Marjane Satrapi lança novo projeto na telona

Compartilhamos texto do jornalista especialista em quadrinhos, Carlos Ely, do blog Nona Arte, sobre a segunda adaptação de um quadrinho de Marjane Satrapi para o cinema. Se 
você ainda não leu nada dessa escritora/artista, está na hora de conhecê-la. Boa leitura!


Por Carlos Ely - Nona Arte
A artista iraniana, Marjane Satrapi está lançando na Europa a segunda adaptação de um comic book seu para cinema. O livro "Frango com Ameixa" já lançado no Brasil pela Companhia das Letras será adaptado para o cinema. Desta vez a artista vai usar imagens reais, com atores e não animação, como em seu primeiro projeto: "Persépolis", que chegou a concorrer ao Oscar de melhor animação e ganhou o Prêmio do Juri em Cannes e dois prêmios Cesars. O novo filme de Marjane tem com atores os renomados: Isabella Rossellini, Mathieu Amalric, Maria de Medeiros, Chiara Mastroiani e Golshifteh Farahani.

O filme conta a história de um tio de Marjane - Nasser Ali - artista célebre no Irã e um virtuose na arte de tocar um antigo instrumento de cordas da tradição persa. Durante uma briga, sua esposa quebra o instrumento e Nasser sai em busca de um novo que consiga o som tão perfeito que ele conseguia obter do antigo instrumento. Em sua busca ele vai revisitando sua própria vida e suas escolhas... Ao final, como se ele proprio tivesse sido partido e não o instrumento, Nasser decide morrer.

A fita está sendo recebida de forma muito positiva na Europa... é esperar para conferir!






Reproduzo abaixo a entrevista que a artista concedeu ao site espanhol Público. Na entrevista Marjane Satrapi fala sobre a experiência de produzir seu novo livro e sobre sua relação com seu país que não visita há 12 anos com receio de retaliações políticas e religiosas.


Quando deixamos de Experimentar Prazer, estamos mortos


Tras el éxito de Persépolis, adaptación cinematográfica del volumen donde relataba su juventud en Irán, Marjane Satrapi regresa con Pollo con ciruelas, otro proyecto inspirado en uno de sus cómics. Pero Satrapi apuesta esta vez por dejar atrás la animación y se adentra en la acción real de la mano de un reparto de lujo. Lo encabeza el francés Mathieu Amalric en el papel de un desconsolado músico iraní de los cincuenta que ha perdido el apetito por la vida. Encadenando cigarrillos en su atelier parisino, Satrapi conversó con Público sobre la película a pocos días de su presentación en la Mostra de Venecia, donde a partir del miércoles competirá por el León de Oro contra directores del prestigio de Roman Polanski y David Cronenberg.


Contra todo pronóstico, ha cambiado la animación por la acción real. ¿Quería alejarse de terrenos conocidos?
Después de un fenómeno como Persépolis, todo el mundo quiere que hagas Persépolis 2. Pero yo soy artista para no tener que hacer siempre lo mismo. Si no, me habría hecho funcionaria de la Administración. Quiero preservar la libertad de hacer lo que me venga en gana y poder utilizar los desafíos como motor creativo. En este caso, el gran reto consistía en usar un lenguaje que no dominábamos. Pero aprendimos rápido, porque no somos tontos del todo...

¿No siente la presión de repetir el éxito internacional que supuso su debut?
No siento ninguna presión, porque me dan igual el éxito y el fracaso. Los elogios me pueden satisfacer durante un rato, igual que las críticas me producen cierta amargura, pero en el fondo todo eso importa demasiado. No trabajo con una perspectiva de inmediatez. Hago las cosas para la posteridad, para dejar un testimonio. Puede parecer un poco narcisista, pero todos los artistas somos egocéntricos enfermizos.

Precisamente, la película define la condición de artista como un don extraordinario, pero también una especie de maldición.
La gran mayoría de artistas somos ultrasensibles, lo que tiene cosas buenas y malas. Y hay casos aún peores, como el mío, donde todo eso se acentúa todavía más. Antes de ser artista, yo ya era una persona bastante excesiva. Es algo que empieza por mi físico y que influye en mi manera de sentir la alegría y el dolor, siempre en términos muy exagerados. Siempre he sido como una viuda siciliana. Sé que es muy pesado para los demás, aunque también lo es para mí misma.

¿Por qué ha cambiado el blanco y negro del cómic por la explosión de magia y colores de la película?
El realismo ya lo vivo todos los días. Me gusta que el cine permita soñar a través de la creación de mundos que no existen. Una de mis películas favoritas sigue siendo El mago de Oz. He querido hacer un melodrama al estilo de Douglas Sirk, pero con puntos de modernidad e irreverencia. Y con un discurso de fondo bastante nihilista, con personajes antipáticos, sin posibilidad de redención y con la muerte como único destino común. También he evitado los moralejas, porque las odio. En la vida, todo depende de las circunstancias.

¿Simboliza el personaje de Irâne, amor de juventud perdido, a su propio país, del que tuvo que exiliarse tras la revolución?
No es casualidad que haya elegido ese nombre. Mi país se encuentra en todo lo que hago. Al mismo tiempo, no me considero nacionalista. El nacionalismo es el peor error en el que podemos caer. Sentirse orgulloso de sus orígenes me parece ridículo. No podemos sentirnos orgullosos de algo de lo que no somos responsables. Yo creo en una identidad humana común, sin razas ni jerarquías. Por eso he elegido a actores franceses, italianos, portugueses y marroquíes [como Chiara Mastroianni, Maria de Medeiros, Isabella Rossellini o Jamel Debouzze] y les he pedido que interpreten a iraníes de los años cincuenta. Era un mensaje que me apetecía transmitir. Quiero hacer un cine sin fronteras.


¿Por qué cree que Irán ocupa un lugar tan destacado en su obra?
Porque echo mucho de menos a mi país. Hace 12 años que no puedo volver, porque me arriesgo a que me pasen ciertas cosas. Irán es un poco como el sonido del violín roto en Pollo con ciruelas.

¿Como un recuerdo idealizado que nunca podrá volver a encontrar?
Sí. Es como la historia de Adán y Eva. Basta que les digan que está prohibido comer del árbol de la ciencia para que le peguen un mordisco a la manzana. A mí me sucede lo mismo. Puedo viajar donde me dé la gana, excepto a Irán. Es lógico que la idea del regreso a Irán cobre dimensiones desproporcionadas en mi cabeza. No soy propietaria de mi pasado, así que me veo obligada a volver hacia él a través de mi trabajo. Además, creo que tendría tendencia a regresar hacia el pasado incluso sin el exilio. Soy de esas personas convencidas de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
¿Se considera reaccionaria?Sí, muy reaccionaria. Todo eso de internet y los móviles por todas partes no me gusta nada.

¿Qué le podría ocurrir si algún día decide volver a Irán?
No tengo la menor idea, es el problema. Si por lo menos me dijeran claramente que me meterán en la cárcel un par de años, me azotarán un poco con el látigo y luego me dejarán libre, podría decidir si vale la pena o no correr el riesgo. Me diría: "Venga, mujer, tampoco hay para tanto. Te pegarán un poquito y luego se habrá acabado todo para siempre". Pero no se trata de un sistema basado en la ley y el derecho, así que no sé lo que podría suceder. En cualquier caso, existen razones para pensar que no me recibirán con la alfombra roja. El cómic no les importó demasiado, pero desde el estreno de la película he recibido muchas amenazas y acusaciones absurdas. Por ejemplo, pagaron al Festival de Bangkok para que no proyectaran Persépolis. Luego intentaron prohibir la película en el Líbano, vetaron su estreno en Turquía, impidieron que nos premiaran en Abu Dhabi. ¿Que quién se encuentra detrás? Pues el Gobierno de Ahmadineyad, no hay duda. Ejerce su presión siempre que puede.

¿Se dirige la película a un público mas amplio que el del cómic?
No funciono con esos criterios, pero sí que me interesa hacer un arte popular. Por eso empecé haciendo cómics y no pintura, y por eso ahora hago un cine que tiene vocación popular. Nunca trabajaré para un público de entendidos. Calidad y accesibilidad no tendrían que ser incompatibles. Me opongo a esos productos tan condescendientes para el gran público, todas esas comedias con bromas pésimas y esos programas de televisión tan asquerosos. Me dan mucha pena.

"El humo es el alimento del alma", dice en ‘Pollo con ciruelas'. ¿Por qué se fuma tanto en su película?
Vivimos una especie de antisemitismo de los fumadores, un ataque permanente a la libertad individual. Me parece muy mal que el Estado decida qué tenemos derecho a hacer con nuestros pulmones. Resulta de una gran hipocresía, como si aire que respiramos o lo que comemos fuera sano. Y como si no fuéramos a morirnos igualmente. ¿Para qué nos va a servir tomar zumos de verdura asquerosos y comer cosas al vapor? ¿Para que los gusanos disfruten de una carne de excelente calidad en nuestro sepulcro? Yo prefiero que, el día que me muera, mi cadáver esté tan podrido que ningún bicho se me acerque. Me gustaría que en mi funeral digan cosas como "Pobre, se marchó tan joven" y no "Joder con la vieja, ya era hora". En serio, hoy asistimos a una negación del placer. Y, cuando dejamos de experimentar el placer, estamos muertos. Es lo que he querido contar en la película.

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